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  • Escala al Paraíso, Klasyka duchowości

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    1
    "Escala al Paraíso"
    (Scala Paradisi, o Escala Espiritual)
    Juan Clímaco.
    Basada en la edición del Obispo Alejandro (Mileant)
    Corrección e introducción: Rolando Castillo.
    Advertencia: Este libro se realizó con el único objetivo de dar a conocer una obra
    fundamental del pensamiento bizantino, y solamente se permite su uso personal con
    fines de su estudio y el placer de su lectura.
    Primer Escalón: de la Renunciación.
    Segundo Escalón: del Desapego.
    Tercer Escalón. La Verdadera Peregrinación.
    Cuarto Escalón: De la Bienaventurada Obediencia.
    Quinto Escalón: de la Penitencia.
    Sexto Escalón: del Recuerdo de la Muerte.
    Séptimo Escalón: de la Aflicción Purificadora.
    Octavo Escalón: de la Mansedumbre.
    Noveno Escalón: del Resentimiento.
    Décimo Escalón: de la Maledicencia.
    Decimoprimer Escalón: de la Locuacidad y del Silencio.
    Decimosegundo Escalón: de la Mentira.
    Decimotercer Escalón: de la Pereza.
    Decimocuarto Escalón: de la Gula.
    Decimoquinto Escalón: de la Castidad.
    Decimosexto Escalón: de la Avaricia y de la Pobreza.
    Decimoséptimo Escalón: de la Insensibilidad.
    Decimoctavo Escalón: del Sueño, de la Oración en Comunidad.
    Decimonoveno Escalón: de las Vigilias.
    Vigésimo Escalón: de la Pusilánime.
    Vigésimo primer Escalón: de la Vanagloria en sus Múltiples Formas.
    Vigésimo segundo Escalón: del Orgullo.
    Vigésimo tercer Escalón: de las Blasfemias.
    Vigésimo cuarto Escalón: de la Simplicidad.
    Vigésimo quinto Escalón: de la Humildad.
    Vigésimo sexto Escalón: del Discernimiento.
    Vigésimo séptimo Escalón: Hesiquia.
    Vigésimo octavo Escalón: de la Oración.
    Vigésimo noveno Escalón: de la Impasibilidad.
    Trigésimo Escalón: de la Caridad, la Esperanza y la Fe.
    Carta al Pastor (Final).
    2
    Introducción
    Una de las obras principales del emperador Justiniano fue fundar el
    monasterio de Santa Catalina, al pie del monte Sinaí, el cual al poco tiempo se
    transforma en uno de los centros espirituales del mundo bizantino.
    Sobre Juan se sabe que nació en la región bizantina de Palestina, que vivió a
    fines del siglo VI hasta promediar el siglo VII, que fue un hombre
    excepcionalmente dotado de sensibilidad e inteligencia, que fue un gran
    maestro espiritual, que tuvo infinidad de seguidores, que estaba dotado de
    estupendos conocimientos intelectuales y que luego de llegar al Sinaí a los
    dieciséis años, esperar cuatro años haciendo méritos para poder ordenarse
    monje, y pasar gran cantidad de tiempo como eremita, es decir, monje solitario,
    se le ofrece el puesto de abad del monasterio aproximadamente a sus setenta
    años de edad, para morir diez años después.
    Sabemos también que no apreciaba la comida, y que vivía con muy poco, lo
    que en su tiempo lo convirtió en el más virtuoso de los monjes bizantinos.
    El monje Juan de Raithu, uno de sus más fieles seguidores, le suplica a Juan
    que escriba para dejar sentado en un libro todos sus conocimientos, y gracias a
    ese ruego, Juan escribe la Escala al Paraíso (en griego Clímaco, por eso su
    nombre), su obra, que condensa todo su saber y su espiritualidad.
    En su obra Juan Clímaco nos pone en conocimiento de la existencia de una
    escala de treinta escalones, la edad de Cristo cuando llega a su madurez, cuyo
    ascenso nos asegura llegar a esa misma madurez, subiendo a través de la
    obtención de las virtudes descritas en ellos hasta el escalón treinta, donde
    fluye el amor de Cristo que bendice el ascenso.
    El mismo Juan de Raithu ha escrito unos excelentes comentarios sobre la obra
    de Juan Clímaco.
    La “Scala Paradisi”, luego de darse a conocer, llegó a ser la obra más leída por
    los monjes y por muchos ciudadanos bizantinos, subsistiendo aún enorme
    cantidad de manuscritos que manifiestan la veracidad de su popularidad.
    También existen tempranas traducciones de la época y los siglos siguientes al
    siríaco, latín, francés, eslavo y español, lo que demuestra que se ha leído
    bastante en otros países tanto cercanos como alejados de Bizancio.
    Esta obra influenció a gran cantidad de bizantinos a abrazar el ascetismo
    monástico, el cual a partir de ella puede decirse que logra encontrar entre sus
    motivos a la divinización del alma mediante la depuración de sus ardores
    carnales, luego de lo cual el alma llega a poder contemplar a Dios.
    Esta obra indujo a miles de ciudadanos bizantinos de los siglos siguientes a
    llenarse de espiritualidad, a purificar su alma y su cuerpo para llegar a Dios, lo
    cual es la quintaesencia del pensamiento espiritual bizantino.
    3
    Es innegable la influencia del Fedón de Platón y de los pensamientos de los
    estoicos en esta obra, por lo cual podemos deducir que Juan Clímaco era un
    experimentado intelectual componiendo una especie de manual de vida, ya que
    todo lo que ha escrito ha sido vivido por él, que fue durante tantos años un
    asceta reconocido y un pensador aventajado.
    Es por eso que esta obra no puede considerarse únicamente como una obra
    teológica, sino que es más bien una obra que contiene abundantes elementos
    filosóficos, tomados de Platón esencialmente y de los escritos estoicos, pero
    ordenados de tal forma que sirvan al objetivo que Juan tenía bien en claro, que
    era la purificación del cuerpo y la divinización del alma, para poder contemplar
    a Dios.
    Tampoco es esencialmente una obra filosófica, pues contiene muchos misterios
    y es de un carácter eminentemente místico, con esa mística bizantina que ya
    en el temprano siglo VII se manifestaba en todo su esplendor, y que luego
    seguiría su camino con tantos pensadores tan importantes, hasta culminar en
    Simeón el nuevo Teólogo.
    También puede considerarse que todos estos autores prepararon el camino al
    hesicasmo con esa mezcla de filosofía helenística y mística bizantina, traducida
    en tantos escritos tan valiosos, que nos dan una muestra excelente del
    pensamiento bizantino a través de los siglos.
    Este libro es esencial para poder penetrar en la mente del ciudadano bizantino
    de esa época, preocupado por el desmoronamiento de su imperio, atacado por
    enormes cantidades de bárbaros, por los problemas y las divisiones religiosas,
    por las pestes y las guerras civiles tan frecuentes y por una sociedad que se
    mostraba cada día más peligrosa, donde la muerte acechaba a cada lado del
    camino y el que se despertaba a la mañana no sabía si se volvería a dormir
    tranquilamente alguna vez.
    Esto es una muestra de que el pensamiento de Bizancio jamás se alejó del
    pensamiento filosófico helenístico, simplemente lo adaptó a la idea cristiana,
    tomó los elementos necesarios para su sustento, y le agregó su propio
    pensamiento intelectual, el de los grandes pensadores bizantinos de todos los
    siglos.
    Para finalizar, solo decir que en los menologios ortodoxos se menciona, todos
    los 30 de Marzo, que Juan “llevó la vida en solitario con amor ardiente durante
    cuarenta años, inflamado por el fuego del amor divino y que su peregrinar no
    era sino plegaria incesante y amor inefable hacia Dios"
    Rolando Castillo
    4
    Primer Escalón: de la Renunciación.
    1. Dios. Nuestro Señor y Rey, que es bueno, más que bueno y enteramente
    bueno - es cosa muy conveniente, cuando uno se dirige a los servidores de
    Dios, comenzar nuestra oración con su santo nombre-, tuvo por bien honrar a
    todas las criaturas racionales que Él creó, con la dignidad del libre albedrío.
    Entre estas criaturas, unas son sus amigos, otras sus fieles servidores, otras
    sus servidores inútiles, otras le son extrañas y otras, por fin, son sus
    totalmente impotentes adversarios.
    2. Amigos de Dios, venerado Padre, según nosotros lo entendemos —
    ignorantes y rudos como somos —, son aquellas substancias intelectuales e
    incorporales que lo rodean. Sus fieles servidores son aquellos que en todo,
    infatigablemente y sin hesitar, hacen Su santísima voluntad. Sus servidores
    inútiles son aquellos que, habiendo sido lavados con el agua del Santo
    Bautismo, no cumplen el compromiso contraído. Nosotros consideramos como
    extraños y enemigos de Dios a todos aquellos que viven sin el bautismo o cuya
    fe está plagada de errores. Sus adversarios, finalmente, son aquellos que, no
    contentos con haber sacudido de sí el yugo de la ley de Dios, persiguen con
    todas sus fuerzas a quienes procuran guardarla.
    3. Extendernos acerca de cada una de estas categorías requeriría, llegado el
    caso, un tratado especial, y no conviene a mi ignorancia disertar ahora tan
    largamente sobre este tema.
    Hablaremos entonces, a continuación, acerca de aquellos que, justamente,
    merecen ser llamados fidelísimos siervos de Dios. Ellos, con la potentísima
    fuerza de su caridad, son quienes nos impulsan a tomar esta carga. Por
    obediencia a ellos extendemos sin dilaciones nuestra ruda mano, y tomando de
    la suya la pluma de la enseñanza, la humedecemos en la tinta de la humildad,
    oscura y resplandeciente a la vez, para escribir con ella sobre sus blancos y
    humildes corazones como sobre un pergamino, o mejor, como sobre
    espirituales tablas, las palabras de Dios, que son, en verdad, divinas simientes,
    y según este principio:
    4. Dios es la vida y la salvación de todos los seres dotados de libre albedrío; de
    los fieles y de los infieles, de los justos y de los pecadores, de los piadosos y de
    los impíos, de aquellos que están sometidos por sus pasiones y de aquellos que
    alcanzaron la impasibilidad, de los monjes y de los seculares, de los sabios y de
    los ignorantes, de los sanos y de los enfermos, de los jóvenes y de los viejos, y
    como la efusión de la luz, como la visión del sol, como la alternancia de las
    estaciones, a todos beneficia, ya que "Dios no hace acepción de personas"
    (Rom. 2:11).
    5/9. Y para definir algunos de los vocablos que más hacen a nuestro propósito,
    decimos que impío es aquel ser racional y mortal que se aparta
    5
    voluntariamente del camino, y que considera a su propio Creador, Siempre —
    existente, como no existente. Inicuo es aquel que interpreta la ley divina según
    su propio sentido pervertido, que se cree poseedor de la fe cuando en verdad
    profesa una herejía que se opone a Dios. Cristiano es aquel que, tanto como le
    es posible a un hombre, imita a Cristo en palabras, en obras y en
    pensamientos, creyendo firmemente en la Santísima Trinidad. Amigo de Dios
    es aquel que usa debidamente, y en forma ordenada, las cosas naturales, sin
    dejar jamás, en cuanto ello está en sus manos, de hacer el bien. Continente es
    aquel que, puesto en medio de tentaciones y trampas, trata de imitar la forma
    de ser de quienes han trascendido todo eso.
    10/14. Monje: esta es la condición y el estado de los incorporales en un cuerpo
    material y sucio; monje es aquel que lleva los ojos del alma puestos siempre en
    Dios, y hace oración en todo tiempo, en todo lugar y en todo negocio; monje es
    una perpetua contradicción y violencia ejercidas sobre la propia naturaleza, y
    una vigilantísima e infatigable guarda de los sentidos; monje es un cuerpo
    casto, una boca pura y un espíritu iluminado; monje es un alma afligida y
    triste, que tanto en el sueño como en la vigilia, se ocupa sin cesar con el
    recuerdo de la muerte sin dejar jamás de ejercitarse en la virtud.
    15/16. Renunciación y menosprecio del mundo, es odio voluntario, negación
    de la propia naturaleza, a fin de alcanzar aquello que está por encima de la
    naturaleza. Todos los que abandonan y desprecian los bienes de esta vida,
    suelen hacer esto por la gloria del Reino por venir, por la memoria de sus
    pecados, o tan sólo por amor de Dios. Si alguien hiciese esto, y no por alguna
    de estas causas, no sería razonable su renunciación. Sea cual fuere el fin y el
    término de nuestra vida, tal será el premio que recibiremos de Cristo, juez y
    remunerador de nuestros trabajos.
    17. Quien desee aliviarse de la carga de sus pecados, debe imitar a los que
    están sobre las sepulturas llorando a los muertos — derramando continuas y
    fervientes lágrimas, y gemidos profundos en lo íntimo de su corazón — hasta
    que venga Cristo, quite la piedra del monumento, que es la ceguera y dureza
    del corazón, y libere a Lázaro, que es nuestra alma, de las ataduras de sus
    pecados, y mande a sus ministros (que son los ángeles), cutiéndoles:
    "Desatadlo de las ataduras de sus vicios y dejadlo ir hacia la bienaventurada
    impasibilidad" (Cf. Jn. 11:44).
    18. Todos cuantos deseamos salir de Egipto y de la dominación del Faraón,
    tenemos necesidad (después de Dios), de algún Moisés que nos sirva de
    mediador para con Él, de alguien que, guiándonos por este camino con la
    ayuda de sus obras y de su oración, eleve por nosotros sus manos a Dios, para
    que logremos atravesar el mar de los pecados y podamos volver la espalda a
    Amalee, príncipe de los vicios, quien engañó a algunos que, confiados en sí
    mismos, creyeron que no tenían necesidad de guía.
    19. Los que salieron de Egipto tuvieron a Moisés como guía, y los que huyeron
    de Sodomía, tuvieron como guía un ángel. Los primeros, los que salieron de
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